domingo, 10 de julio de 2016

Los momentos de felicidad son imposibles de olvidar.

Después de 730 noches pensando en ti me pregunté por qué lo seguía haciendo, me pregunté, por qué, si se suponía que te tenía que odiar a muerte deseaba que estuvieses a mi lado abrazándome más que cualquier otra cosa.  Nunca llegué a entender por qué te seguía queriendo a pesar de todo el daño que me causaste, a pesar de que me derrumbaras. Seguí pensando y sólo recordaba noches entre lloros, discusiones, gritos, ataques de celos... Pero de repente se me pasó por la cabeza aquella noche donde me proclamaste dueña de tu sonrisa, aquellas tardes en el sofá viendo siempre la misma película simplemente porque es mi favorita y nada más, porque a ti sólo te importaba que yo estuviese allí. Me acordé de por qué empecé a quererte y de que quería gritarle al mundo que estaba enamorada, de los momentos en los que me sentía que podía dominar el mundo y no podía ser más feliz, me acordé de tus labios rozándome la piel y de esos besos, joder, esos besos nunca los podré olvidar. Después de 730 noches pensando en ti me pregunté por qué lo seguía haciendo, me pregunté, por qué, si se suponía que te tenía que odiar a muerte deseaba que estuvieses a mi lado abrazándome más que cualquier otra cosa y comprendí que las cosas buenas no se olvidan nunca.

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