martes, 18 de noviembre de 2014

'Cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos...'

Y todo va bien, todo va perfectamente bien hasta que caes en la cuenta que todo ha acabado, que todo ha acabado hace mucho antes de lo que crees, que has estado haciéndote la tonta durante meses para no terminar lo que un día habías empezado. Es ahí cuando te das de cuenta de que  has conocido lo suficiente a una persona como para saber decir todas sus manías, sus rarezas, sus pros y sus contras, pero que nunca vas a tener el placer de decírselo. Es en ese puto momento en el que rompes a llorar menospreciando a tu ser, aunque tú no tengas culpa, aunque no tengas para nada que ver con todo lo que ha pasado, sabes que si lo hubieses hecho mejor esto no habría acabado así. Y por fin, terminas por asimilarlo, y terminas por comprender que le habéis añadido demasiadas veces dos puntos suspensivos a muchos puntos finales, que una relación que arrastra tanto pasado, no va a ninguna parte, que madurar es aceptar la realidad y tu realidad es borrarle esos dos puntos seguidos al punto final de los finales.