miércoles, 11 de mayo de 2016

Sexta Guerra Mundial en nuestra relación; desintegración parcial y total de todos los miembros del bando perdedor.

Y de repente tu corazón me declaró la guerra reclamando las libertades de  su nueva política republicana. Me pilló desprevenida y con nuestros recuerdos como única inmunición. Perdí la batalla por la desestabilización de mi ejército  interior que tras varias noches de tragedia decidió dividirse en dos bandos contradictorios; cerebro y corazón.
Decidí quedarme sólo con uno pensando que escogía al correcto, pensando en todos los buenos momentos que me había dado... Con la esperanza de volver a retomar ese Antiguo Régimen que tenía como principal decreto que yo era la única reina de tu reino. Sin darme cuenta me decanté por la política de reformas que me ofrecia tantas buenas reformas, pero resultó ser el más débil.
Tras el golpe de estado del 20 y pico de agosto del 2014 que habías estado preparando desde hacía tanto tiempo con distintas presidentas republicanas, mi bando quedó sin fuerzas para seguir luchando, perdiendo así la batalla. A esto lo presiguió año y medio de crisis, hasta que el 19 de febrero del 2016 decidí gobernar con total autoridad, creando una nueva Constitución que se regía por los principios básicos de ser yo misma, quererme a mí por encima de todo y sobre todo por la felicidad.
Del amor a la guerra sólo hay un paso, pero, ¿valen la pena todas esas batallas perdidas por ese efímero momento de gloria?
 

                                    Me solía jurar que sí.

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